Once...

Detrás de una troca de Federales me encuentro tirado boca abajo mientras dos agentes me encañonan, escucho sus burlas diciendo que ya me cargo la chingada en el radio de uno de los agentes, logro escuchar una conversación la cual dice a que lugar me llevaran:

“Jálatelo a García Morales allá por la Col. El Llanito, a ese cabron…”.

Como alma que lleva el diablo la troca pasa por las calles, mientras cavilo la forma en como debo declarar ante el MP, pero la adrenalina no me deja y la rabia aun me consume, no puedo tener serenidad solo puedo pensar en los momentos que desgracie mi vida contigo y de la forma en que te burlaste de mi, siempre te dije que no era conveniente engañarme por que seria capaz de buscarte hasta el mismo infierno para cobrármela.

Será que al ver que tú eras todo para mi, nunca pensaste que lo habría dicho en verdad, pero ahora lo sabrás muy bien y de sobra. Después de aquella noche donde descubrí que solo mentiras me daba tu corazón y que con tanta saña me gritaste a la cara que era un pobre infeliz que solo estabas jugando conmigo que no valía nada, que valía mas mi dinero que mi miserable vida, que yo vivía de una ilusión mientras tu te acostabas con otro, con rabia te miraba como te carcajeabas y te besabas con aquel, como lo que realmente eras una golfa de esquina.

Creíste que no haría nada al respecto, pero muy caro pagaste tu error. Recuerdo que tres meses atrás, enfrente de tu casa te cerré el paso al hacer eso te impactaste en el portal, baje de mi troca y sin pensarlo jale el gatillo varias veces las percusiones se escucharon en la calle junto a tus gritos, pensé que había terminado contigo pero al ver la PRENSA que habías salvado la vida, mi coraje aumento y me propuse a terminar contigo a como diera lugar, te busque por casi toda la republica moví mar y tierra hasta que te vine a encontrar en Sonora días antes que te fueras a Mexicali para cruzar al otro lado.

Ahora mientras sigo tirado en la troca de los Federales, mis pensamientos me llevan a ese momento a esa escena donde tus ojos llenos de terror y como tu rostro palideció al voltear y ver quien gritaba tu nombre. Ahí estaba yo apuntándote al rostro con mi 38 cargado con balas expansivas, paralizada quedaste sin poder hacer nada, solo jale de nuevo como aquella ocasión repetidamente el gatillo vaciándote toda la carga, mientas en la rocola de establecimiento se escuchaba: “El Asesino” de Los Cadetes de Linares.